Van Gogh era un hombre terriblemente torturado por sus propios fantasmas. Si bien fue atendido por médicos especialistas, su mal parecía no tener cura. La demencia lo llevó a atacar a su íntimo amigo y también notable pintor Paul Gauguin.
Van Gogh frecuentaba una casa de citas y en especial a una prostituta llamada Gaby. El 22 de diciembre de 1888, estando con ella, le ofreció pintarle un retrato. Gaby rió y, en un gesto amoroso habitual en ellos, le tironeó la oreja izquierda y le dijo que prefería eso como regalo. El pintor no respondió, pero al día siguiente apareció en el burdel y le entregó a la portera un regalito para Gaby: su oreja izquierda cortada con una navaja y envuelta ahora en unos trapos sucios.
Luego volvió a su casa y se tiró a dormir, en un estado de completa embriaguez y rodeado de su espantosa miseria. Así vivió uno de los más grandes genios plásticos de la historia del mundo. Solo, loco y sin un centavo para comprarse pan. Sus cuadros valen hoy millones de dólares. Difícilmente le importe ahora. Vincent Van Gogh se disparó un tiro en el pecho y murió el 29 de junio de 1890, cuando apenas tenía 37 años de edad.
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