domingo, 6 de junio de 2010

Francia usó a militares para estudiar los efectos de una explosión atómica

Soldados franceses fueron usados en los años sesenta para experimentar los efectos de una explosión nuclear en el Sahara de Argelia.

Pruebas nucleares francesas en el Sahara en enero de 1963.


Que los ensayos nucleares que Francia realizó durante algo más de tres décadas tuvieron daños colaterales y dejaron secuelas humanas es una realidad que las autoridades han tardado años en asumir.
Sin embargo, la posibilidad de que Ejército galo actuara deliberadamente exponiendo a sus soldados a los efectos radiactivos, a modo de cobayas, con fines experimentales es un hecho que, ahora, se antoja de más difícil digestión. Es en todo caso, lo que se desprende de un informe confidencial que ayer publicó el diario galo «Le Parisien» y que revela las arriesgadas prácticas a las que fueron sometidos centenares de militares durante las pruebas atómicas desarrolladas en el Sahara argelino, entonces colonia francesa, entre 1960 y 1966.
El informe en cuestión, redactado por cargos militares en 1998, es decir, dos años después de que Francia abandonara este tipo de ensayos, detalla lo sucedido durante una prueba nuclear estratosférica en abril de 1961, cuando apenas acababa de integrar el club de las potencias atómicas.
El objetivo: «estudiar los efectos fisiológicos y psicológicos producidos en el hombre por el arma atómica con vistas a obtener los elementos necesarios para la preparación física y la formación moral del combatiente moderno» precisa el documento. Es decir, las posibilidades de «reocupación de la zona tras una explosión nuclear», así como la capacidad de ataque y uso de armamento.
Un destacamento de trescientos hombres sirvieron de «ratones de laboratorio». En concreto, una patrulla que, sin apenas protección, llegó a aproximarse a 275 metros del «punto cero» en el que explotó la bomba.
La maniobra evidenció que el uso de máscaras de gas podía ralentizar el avance de las tropas en una eventual situación de guerra, por lo que según el informe, «su reemplazo por máscaras antipolvo ha sido solicitado» para los simples soldados ya que el comandante «no debe entrar en zona contaminada».

«Gran aventura científica»
Sorprende que lo que este documento militar confidencial califica de «gran aventura científica» haya pasado inadvertido a las altas jerarquías.
El ministro francés de Defensa, Hervé Morin, aseguraba ayer en ese mismo diario ignorar su existencia si bien recordó que su departamento hizo aprobar el pasado año, por vía legislativa, un fondo específico de diez millones de euros para indemnizar a los damnificados de los ensayos nucleares galos.
Pruebas en las que participaron en torno a 150.000 civiles y militares, de los que muchos desarrollaron cánceres entre otras enfermedades sin que el Gobierno francés aceptara durante mucho tiempo su responsabilidad.

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